En paralelo a los archiveros profesionales nos encontramos con la oportunidad de construir, modificar y diseñar un gestor comunitario desde sus entrañas y modular el estilo de las valoraciones, descripciones, los campos, expurgos, eliminaciones, etc., de manera colectiva, matizada y peculiar, no normalizada, o normalizada por el uso. Esto se hace con un cierto conocimiento del funcionamiento de la historia y sus herramientas y ese conocimiento hace del gestor comunitario y amateur una herramienta peculiar a la hora de conservar, a la hora de organizar, de hacer archivo pensando en el lector futuro de esta narración y en la posibilidad de que analice nuestras activaciones de un modo cercano al que queremos nosotros mismos: un modo condicionado y codificado que busca narrarnos y alejarse de toda falsa objetividad. Además de no ser una herramienta que terminar sino un medio para hacer comunidad.
La figura del arqueólogo o investigador futuro siempre está presente en cualquier artificio memorístico o archivístico: cómo nos verán y cómo queremos ser vistos, en este caso no solo por su contenido sino por la radicalidad del uso de sus herramientas de memoria o de su estructura.
